La hipótesis falaz del Comunismo como zombi filosófico de nuestra era.

Ulysses Alvarez Laviada
7 min readNov 4, 2021

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Sé que tengo una deuda muy grande con Alain Badiou después de haber leído cuidadosamente Being and Event, lo cual no me dejó otra alternativa posible sobre su filosofía política que saber convincentemente que tal filosofía no es más que otra innecesaria insistencia metafísica en la crítica sobresaturada de todo secularismo bajo las máscaras conocidas del anti capitalismo.

Badiou realmente no critica el capitalismo sino el secularismo.

Being and Event fue originalmente publicado en 1988, cuando apenas el colapso del bloque socialista había comenzado. De aquí sumariamente se podría decir que lo que siguió a los texto futuros de Badiou fueron aplicaciones de su magnum opus.

Mi afirmación no es categórica, pero uno no puede dejar de hacerse una doble pregunta, ¿cómo es posible que Badiou pudo encontrar una aplicación de sus teorías filosóficas en el casi falso “acontecimiento” que fue el colapso global del socialismo?

Por otra parte, ¿cómo es posible que con toda una herencia de filosofía critica (desde la fenomenología hasta el posestructuralismo) además de la que le es contemporánea, Badiou no pudo tornar su análisis crítico en un análisis igualmente crítico para arribar a la conclusión, como ya lo había anticipado Bruno Latour en su magistral artículo, Why Has Critique Run out of Steam?, que la critica filosófica, no ya tan solo del capitalismo, sino la crítica filosófica como metodología de análisis y práctica política había no tanto agotado sus posibilidades sino sobre todo, abarrotado y sobre saturado su capacidad de producir nada que ya no le hiciera perder el sentido mismo al ejercicio de la crítica como metodología ontológica.

La crítica en el mundo intelectual europeo se volvió no ya un ejercicio de negar (Adorno dialéctica negativa) sino un ejercicio positivo deconstruccionista (Derrida “vive la différence”). La crítica, en su virulencia más perenne, sofisticada y ultra estilística se convirtió en un ejercicio intelectual de gozosa reafirmación del status quo no sin melodrama literario de alta costura.

Ahora en este texto traducido por Patrias Actos y Letras, Alain Badiou nos ofrece una crítica “nueva” que de desglosa en cuatro puntos esenciales de oposición a lo que aún hoy llamamos Occidente.

Yo aun no entiendo esta insistencia desgastada en oponerse a la cultura occidental como si de tal oposición no hubiéramos aprendido ya o tuviéramos que aprender aún que continua y continuará siendo un juego dialéctico de reabsorción y reciclaje del mismo capitalismo que se convierte en objeto y hasta sujeto de crítica sin ninguna labor productiva de salirse del mismo sino más bien hacer de su crítica una labor perenne sin fin o de salida del mismo o de entrada gradual infinita en el comunismo sin ninguno de los dos jamás ser logrado porque para Badiou tanto la salida del capitalismo como la entrada en el comunismo son más bien procesos y no destinaciones.

Pero analicemos los cuatros puntos de critica del capitalismo de Badiou para ver que en realidad no hay nada nuevo que Badiou proponga que no haya estado en marcha en el propio capitalismo desde hace décadas.

Badiou nos dice:

1. “Es posible organizar la vida colectiva en torno a algo más que la propiedad privada y la ganancia. El capitalismo no es ni debe ser el fin de la Historia.”

No creo que el capitalismo es ni debe ser el fin de la historia. Eso fue una idea de Francis Fukuyama y se quedó exactamente como eso, una idea. Poder creer que el capitalismo es el fin de la historia sería como creer que Charles Darwin fue el fin de la teoría evolutiva.

Por otra parte, la vida colectiva de muchos gentes se organiza hoy en torno a algo más que la propiedad privada y la ganancia incluso cuando la propiedad privada y la ganancia juegan roles esenciales. Aunque el 1% de la población mundial son propietarios privados del 43% de toda la riqueza global la vida colectiva de muchas gentes no jira alrededor de los deseos y caprichos de esa élite.

Pudiera decirse especulativamente que muchos quisieran vivir como esa élite pero es un hecho palpable que existen estructuras sociales y económicas que no obedecen los designios de ganancias de esa élite. Es absurdo pensar que hacer ganancias como lo hacen el 1% esta en el inconsciente colectivo de muchas gentes. Esto es darle un poder macabro al capitalismo que no tiene.

Es claro, y Badiou debería tener esto claro tanto filosófica como políticamente, que las fuerzas de verdadera diferenciación para crear una humanidad mejor no están solo ni fundamentalmente en las fuerzas anticapitalista. El anticapitalismo crea de hecho más fuerzas de reabsorción reaccionaria que cualquier otra fuerza de disrupción dentro del capitalismo.

Las fuerzas de cambio real en el capitalismo no son las fuerzas anti o pro capitalistas, sino las fuerzas, que en matrices de interconexiones, como expresara Marshall McLuhan, hacen obsoleto, retro extraen, reforman e invierten procesos motivado por una nueva tecnología o una nueva idea. Y aquí lo nuevo no es lo que no existía antes, sino lo que ha encontrado una manera más efectiva de cubrir una necesidad no sin dejar de traer efectos indeseados.

En su segundo punto Badiou nos dice:

2. “Es posible organizar la producción en torno a algo más que la especialización y la división del trabajo. No hay ninguna razón para que se mantenga la separación entre el trabajo intelectual y el manual o entre las tareas de dirección y las tareas ejecutivas. Debemos entrar en la era de lo que Marx llamó el trabajador polimorfo.”

Es lamentable que Badiou no pueda percatarse de que ya estamos en la era del trabajador polimorfo. Hoy en muchas sociedades avanzadas se requiere de trabajadores con múltiples habilidades técnicas. Sin embargo, estar en esa era ni genera ni nunca generaría el polimorfismo utópico con el que Marx nos embaucó en su teoría “científica” del comunismo, ni implica que la gran mayoría sea polimorfa en habilidades.

Existía algo del ideal renacentista en la teoría marxista sobre la futura división del trabajo en el comunismo que nos deja claro que Marx soñaba con Leonardos Da Vincis a escala proletaria y masiva.

En su tercer punto Badiou nos dice:

3. “Es posible organizar la vida colectiva sin referencia a conjuntos identitarios cerrados, como naciones, lenguas, religiones y costumbres. Todas esas diferencias pueden y deben coexistir de forma fructífera, pero a escala política de toda la humanidad. El futuro pertenece por entero al internacionalismo.”

Eso de hecho está sucediendo hoy pero tampoco de la manera idílica con que la teorizó Marx. La idea del internacionalismo proletario terminó siendo una idea absurda por el simple hecho de que crear una organización global de trabajadores terminaría en la necesidad igualmente perentoria de crear un gobierno mundial y un partido comunista mundial.

Todo esto es una absurdidad porque todo ser humano para mantenerse precisamente humano necesita y requiere de una comunidad local tanto geográfica como cultural, política y económica. La idea del “barrio global” (global village) no apunta de ninguna manera a células identitarias de comunidades humanas atomizadas, sino a comunidades humanas que se abren o se cierran y que se integran de los grupos más diversos al margen de geografías, nacionalidad de origen y etnicidad.

El futuro no pertenece por entero al internacionalismo, en tanto el internacionalismo no signifique un concepto más expansivo y global de nación. Siempre existirán comunidades humanas mas o menos abiertas y más o menos cerrada. Eso es precisamente lo que nos hace y nos mantiene humanos, a saber, vivir y pertenecer a comunidades locales y no globales aunque nuestra propia localidad esté conectada a redes y matrices globales de intercambios.

En su cuarto punto Badiou nos dice:

4. “Es posible hacer desaparecer poco a poco el Estado como poder independiente poseedor del monopolio de la violencia. La libre asociación de las personas y la racionalidad compartida pueden y deben sustituir a la ley y la coacción.”

En la esencia misma del capitalismo está la minimización del papel del Estado en la sociedad. El capitalismo, sin embargo, evoluciona no sin dejar de tener tendencias regresivas feudales y monopolísticas y al desviarse por tales caminos entra sin dudas en alianzas nefastas con el Estado estimulando lo que se conoce como Estado profundo (Deep State).

Es no solo muy improbable sino virtualmente imposible eliminar el Estado de las sociedades humanas presentes o futuras. Las sociedades por defecto tienden a crear mecanismos de autogestión a medida que ganan en complejidad, diversifican e introducen nuevas tecnologías. La minimización del rol del Estado no vendrá por acción política sino por mecanismos naturales una vez que los individuos y sus comunidades no solo crezcan en autogestión y autonomía sino también en interdependencia libremente formadas.

Nada de esto tiene del romanticismo científico que Marx le dió a su añorada teoría científica del comunismo. Por el contrario, la necesidad mínima del Estado siempre podría estar amenazada por catástrofes humanas o naturales. El Estado es y continuará siendo una redundancia mínima necesaria para el bien de lis ciudadanos perteneciente a comunidades relativamente interdependientes.

Es increíble por no decir absurdo que Badiou crea que es posible hacer desaparecer poco a poco el Estado.

Texto completo de Alain Badiou.

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Ulysses Alvarez Laviada

Genuine tragedies in the world are not conflicts between right and wrong. They are conflicts between two rights. Friedrich Hegel.